A la nutrición afectiva
la integran componentes que
fortalecen
y nutren las bases de la autoestima,
seguridad, la capacidad de ponerse en el lugar
del otro, autonomía, todas
esas características que perfectamente pueden asociarse a
la inteligencia
emocional de una persona.
El vivir sensaciones placenteras, el ver un rostro que
regala una sonrisa, que pone palabras a las emociones del niño, que las intenta
comprender para poder ayudarlo a que también las comprenda, son tareas que a
veces desorientan a los adultos y provocan una amplia gama de sentimientos.
Pocas veces hablamos de los sentimientos que nos producen
las emociones de nuestros hijos, solemos inclinarnos a atender más el área del
hacer.
Por ejemplo: ¿qué hay
que hacer si mi niño hace una rabieta? Queremos, muchas veces, la receta, la
solución para evitar ese comportamiento del niño que expresa de algún modo su
enojo o cansancio y que no queremos que ocurra. Entonces
papitos! Tenemos que poder responder e identificar
qué provoca el comportamiento que nos preocupan de nuestros
hijos, para que no vuelva a ocurrir, intentando visualizar esa expresión emocional que nos trasmiten
y que pueden ir desde la tristeza, al enojo o el miedo.
Podemos algunas veces darnos cuenta más fácilmente en
algunas situaciones que en otras, pero lo importante es intentar ver qué
emoción sostiene lo que hacemos, y qué creencias y pensamientos tenemos.
Hacer esos ejercicios como adultos, permite ayudar al niño a
ampliar la capacidad introspectiva, de relación consigo mismo y con los otros,
comprenderse, comprender y ser comprendido.
.La nutrición afectiva adquiere importancia particular en la
infancia porque es cuando se establecen las bases del quererse a sí mismo al
sentirse querido por los demás.
Importante!
*Mantener el autocontrol frente al descontrol de los
impulsos de los niños es parte de la nutrición afectiva.
*No se puede nutrir
afectivamente a un niño que ante su descontrol ve que tiene el poder de descontrolarnos.
Porque ahí no lo estamos nutriendo para el ejercicio de su propio autocontrol y
su demanda es justamente esa necesidad afectiva de ser ayudado frente al
desborde de impulsos que no puede manejar porque le faltan herramientas.
*La herramienta se la tenemos que dar nosotros, sus
referencias afectivas, a fin de que a medida que crezca comience a regular los
impulsos que no lo benefician para las relaciones interpersonales y consigo
mismo. Esto es para cuidar de sí, y a otros.
*Nadie puede cuidar si no fue cuidado, por eso también se habla
de cuidar a los que cuidan.
*La nutrición afectiva entonces es un derecho emocional de
todas las personas, donde en la infancia adquiere importancia particular porque
allí se establecen las bases del quererse a sí mismo al sentirse querido por
otros. Por lo tanto, atender a las situaciones de nuestros hijos, mentalizar
las emociones que pueden estar sintiendo, auto-mentalizar las nuestras, y
regular las emociones, son parte de un proceso que el autor Felipe Lecanellier
llama A.M.A.R.
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